Con el avance del mundo tecnológico, las humanidades se van quedando cada vez más arrinconadas. Tras muchos años de gran importancia en la formación y en el desarrollo de los profesionales y los estudiantes, pasaron a ser un mero divertimento, pero de gran presencia entre casi todas las clases sociales.
Pero el auge de la tecnología, el elitismo de los movimientos artísticos, los planes de estudio que las arrinconan y el desinterés de los espectadores, es cada vez más complicado que las humanidades tengan una salida digna.
Los planes de estudio les otorgan el papel peor, el de solución para los más rezagados, el de escape para aquellos que no pueden con las matemáticas o las otras ciencias. Este hecho además coarta el futuro de los estudiantes, que ven como los accesos a las carreras están cada vez más tecnificados.
El arte, además, va perdiendo paso como diversión. La tecnología lo va sustituyendo poco a poco. Sin necesidad de guionistas, actores, escritores o cualquier otro interventor, podemos conseguir horas y horas de distracción.
La lectura, la pintura, la música y el cine van perdiendo adeptos. Las redes sociales, los videojuegos y cualquier otra actividad promovida mediante tecnologías crece.
Poco dinero, malas expectativas de vida y sobre todo acumular un saber que no sirve para nada es lo que prometen los estudios universitarios sobre estas materias. Corada vez menos alumnos y peor cualificados.
Las humanidades se ven reducidas a mero adorno. A aquello a lo que se recurre sólo para llenarse la boca sin decir nada. Y se ven abocadas a desaparecer sepultadas por la tecnificación y la tecnología.
No se apuesta por ellas porque no son rentables. Y bajo ese prisma nunca lo serán. Porque los resultados que obtenían no eran de los cuantificables en cifras, eran de los que formaban espítirus.
Pero el auge de la tecnología, el elitismo de los movimientos artísticos, los planes de estudio que las arrinconan y el desinterés de los espectadores, es cada vez más complicado que las humanidades tengan una salida digna.
Los planes de estudio les otorgan el papel peor, el de solución para los más rezagados, el de escape para aquellos que no pueden con las matemáticas o las otras ciencias. Este hecho además coarta el futuro de los estudiantes, que ven como los accesos a las carreras están cada vez más tecnificados.
El arte, además, va perdiendo paso como diversión. La tecnología lo va sustituyendo poco a poco. Sin necesidad de guionistas, actores, escritores o cualquier otro interventor, podemos conseguir horas y horas de distracción.
La lectura, la pintura, la música y el cine van perdiendo adeptos. Las redes sociales, los videojuegos y cualquier otra actividad promovida mediante tecnologías crece.
Poco dinero, malas expectativas de vida y sobre todo acumular un saber que no sirve para nada es lo que prometen los estudios universitarios sobre estas materias. Corada vez menos alumnos y peor cualificados.
Las humanidades se ven reducidas a mero adorno. A aquello a lo que se recurre sólo para llenarse la boca sin decir nada. Y se ven abocadas a desaparecer sepultadas por la tecnificación y la tecnología.
No se apuesta por ellas porque no son rentables. Y bajo ese prisma nunca lo serán. Porque los resultados que obtenían no eran de los cuantificables en cifras, eran de los que formaban espítirus.
2 comentarios:
Los monjes de igual modo o parecido se lamentaban por el horizonte que les planteaba Gutemberg, ¿se lee menos, se disfruta menos con la expectación de la estética con el advenimiento del mundo digital? creo que no, adecuémonos, posiblemente todo se este democratizando más.
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