En los próximos días se estrena Noé, la película que tanto
está dando que hablar en los últimos meses. Su prohibición en determinados países
debido a su temática religiosa, algo que no siempre gusta a los mandatarios de
muchos lugares, está dando que hablar y está sirviendo, en cierto modo de
promoción.
La película está basada en un cómic del propio director que
habla de la mítica historia de Noé, quien, ordenado por Dios, crea un arca para
salvar a los animales de un castigo universal.
Este mito parece tener ciertas conexiones con la realidad,
dado que se han encontrado rastros arqueológicos que indican que realmente hubo
un diluvio que sepultó la tierra durante mucho tiempo bajo el agua.
Pero la cuestión está en la historia personal de un hombre
que movido por la sumisión a su dios crea un arca y espera que el castigo que
se desencadenará no se le lleve a él ni a su familia. Ese hombre al que nadie
parece creer y que está movido por un destino mayor que él mismo realiza un
papel épico, el de salvar a la humanidad.
Contra los elementos y contra los hombres, así luchará Noé
para salvar la vida en la tierra. Todos conocemos el final, pero lo que importa
en esta película no es final, sino las peripecias de este hombre que daría la
vida por salvar la de la humanidad.
He ahí la reflexión de esta historia, un hombre puede ser
todos los hombres, un hombre puede merecer la salvación y luchar por ella. Pero
tendrá que luchar, pese a estar señalado y elegido. Porque siempre hay que
luchar.
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