Las visitas a los museos, al igual que muchas otras actividades culturales o no, han bajado en gran número durante la crisis, o lo que es lo mismo, durante los últimos años. El número de visitantes ha descendido sobre el 20% de media en todos los museos españoles.
Ofrecer un catálogo interesante, un buen fondo de obras que quieran ser visitadas por los espectadores, es muy necesario. Pero que esas obras conecten con el espectador también lo es. Desde finales del siglo XIX y sobre todo durante las primeras décadas del siglo XX se estableció la idea de que el arte era para minorías.
Para inmensas minorías en muchos casos. El arte, fuera del mero intento de representación, buscaba la conexión intelectual con el espectador. Pero para ello ese espectador debe tener una inteligencia y sensibilidad formadas y sobre todo debe tener conocimientos culturales, debe ser capaz de conocer, clasificar y descodificar la información que esas obras culturales emiten.
Así, el arte se desconecta de la gente y supone que no es comprensible por todos. Y sobre todo se vuelve un arte elitista. Un arte creado para unas minorías informadas mientras que los demás, masa pura, no pueden entender y se encuentran por lo tanto fuera del circuito.
Esa visión elitista llega también desde los museos. Los espectadores en muchas ocasiones se sienten exlcuidos ante la contemplación de una obra ya que se supone que han de captar de esta mucho más de la mera emoción. Que deben extrapolar una información y una realidad que va más allá.
Ese carácter elitista del arte hace que la masa se sienta desconectado de sus creaciones. Y esto se extrapola a todo el arte, no sólo al no referencial, no sólo al abstracto. He ahí una de las razones para que los museos pierdan espectadores.
A parte de eso el precio, el poco riesgo de los comisarios de las exposiciones, lo repetitivo de lo mostrado y la mala comunicación del producto que contiene el museo contribuyen a ese descenso en las visitas.
Algunos museos incluso han subido sus precios, incrementando las dificultades para que las obras sean admiradas y el museo contemplado. Y mientras se sigan poniendo trabas a los visitantes y aislando el arte, los museos irán quedando obsoletos y vacíos, dejando su contenido, el arte, fuera de las preocupaciones de los humanos.
Ofrecer un catálogo interesante, un buen fondo de obras que quieran ser visitadas por los espectadores, es muy necesario. Pero que esas obras conecten con el espectador también lo es. Desde finales del siglo XIX y sobre todo durante las primeras décadas del siglo XX se estableció la idea de que el arte era para minorías.
Para inmensas minorías en muchos casos. El arte, fuera del mero intento de representación, buscaba la conexión intelectual con el espectador. Pero para ello ese espectador debe tener una inteligencia y sensibilidad formadas y sobre todo debe tener conocimientos culturales, debe ser capaz de conocer, clasificar y descodificar la información que esas obras culturales emiten.
Así, el arte se desconecta de la gente y supone que no es comprensible por todos. Y sobre todo se vuelve un arte elitista. Un arte creado para unas minorías informadas mientras que los demás, masa pura, no pueden entender y se encuentran por lo tanto fuera del circuito.
Esa visión elitista llega también desde los museos. Los espectadores en muchas ocasiones se sienten exlcuidos ante la contemplación de una obra ya que se supone que han de captar de esta mucho más de la mera emoción. Que deben extrapolar una información y una realidad que va más allá.
Ese carácter elitista del arte hace que la masa se sienta desconectado de sus creaciones. Y esto se extrapola a todo el arte, no sólo al no referencial, no sólo al abstracto. He ahí una de las razones para que los museos pierdan espectadores.
A parte de eso el precio, el poco riesgo de los comisarios de las exposiciones, lo repetitivo de lo mostrado y la mala comunicación del producto que contiene el museo contribuyen a ese descenso en las visitas.
Algunos museos incluso han subido sus precios, incrementando las dificultades para que las obras sean admiradas y el museo contemplado. Y mientras se sigan poniendo trabas a los visitantes y aislando el arte, los museos irán quedando obsoletos y vacíos, dejando su contenido, el arte, fuera de las preocupaciones de los humanos.
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