Con el inicio del año, llega una nueva cosecha de series o nuevas temporadas de las que ya estaban en emisión para demostrar que pese a que estamos en la época dorada para aquellos que quieren contar historias largas audiovisualmente, no es oro todo lo que reluce.
En el panorama nacional ni mucho menos estamos en una época distinta o mejor que las anteriores. Los guionistas siguen produciendo lo que las cadenas les piden, las mismas series vestidas de otra manera, los mismos tópicos con unos efectos modernos, pero que son más de lo mismo.
La televisión americana que nos llega, no toda, pero sí mucha, utiliza argumentos adultos para contar sus historias. Se ha acabado lo de pensar en series que hablen para un público generalista al que hay que contentar y al que no puede enseñarles determinadas cosas, porque todos en la casa lo ven, desde la abuela hasta el nieto más joven.
En las series españolas, los argumentos, los diálogos, y los tópicos son siempre los mismos. Incluso aquellos que encuentran un formato un poco distinto lo repiten hasta hacerse un tópico de sí mismo, una repetición de sí mismos. En comparación con producciones extranjeras, las españolas aún son infantiles.
La presencia de niños en casi todos los argumentos, la preeminencia de las comedias fáciles y costumbristas con tendencia a los giros lingüísticos simples y a las complicaciones evidentes que conforman la clásica comedia de enredo de la que se nutren, hacen de la ficción española algo no sólo predecible, sino también aburrido.
Series sobre héroes que se podían haber rodado en los 70. Comedias costumbristas y urbanas como la de los 80. Y giros absurdos de guión como los que predominaron en los 90 son los que nutren la televisión española.
¿Por qué? No es por falta de imaginación de los guionistas. Ni seguramente por falta de talento. Es falta de atrevimiento por parte de las cadenas, que no se atreven a crear series adultas, serias y modernas por miedo a perder a la audiencia a pesar de cosechar los parabienes de la crítica.
Así que habrá que esperar a que las cadenas se atrevan para ver el verdadero talento de la ficción española televisiva, que se quedará en pocas excepciones, en pequeños hitos que serán siempre mencionados por los pocos que tuvieron la suerte de verlas.
En el panorama nacional ni mucho menos estamos en una época distinta o mejor que las anteriores. Los guionistas siguen produciendo lo que las cadenas les piden, las mismas series vestidas de otra manera, los mismos tópicos con unos efectos modernos, pero que son más de lo mismo.
La televisión americana que nos llega, no toda, pero sí mucha, utiliza argumentos adultos para contar sus historias. Se ha acabado lo de pensar en series que hablen para un público generalista al que hay que contentar y al que no puede enseñarles determinadas cosas, porque todos en la casa lo ven, desde la abuela hasta el nieto más joven.
En las series españolas, los argumentos, los diálogos, y los tópicos son siempre los mismos. Incluso aquellos que encuentran un formato un poco distinto lo repiten hasta hacerse un tópico de sí mismo, una repetición de sí mismos. En comparación con producciones extranjeras, las españolas aún son infantiles.
La presencia de niños en casi todos los argumentos, la preeminencia de las comedias fáciles y costumbristas con tendencia a los giros lingüísticos simples y a las complicaciones evidentes que conforman la clásica comedia de enredo de la que se nutren, hacen de la ficción española algo no sólo predecible, sino también aburrido.
Series sobre héroes que se podían haber rodado en los 70. Comedias costumbristas y urbanas como la de los 80. Y giros absurdos de guión como los que predominaron en los 90 son los que nutren la televisión española.
¿Por qué? No es por falta de imaginación de los guionistas. Ni seguramente por falta de talento. Es falta de atrevimiento por parte de las cadenas, que no se atreven a crear series adultas, serias y modernas por miedo a perder a la audiencia a pesar de cosechar los parabienes de la crítica.
Así que habrá que esperar a que las cadenas se atrevan para ver el verdadero talento de la ficción española televisiva, que se quedará en pocas excepciones, en pequeños hitos que serán siempre mencionados por los pocos que tuvieron la suerte de verlas.
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