La influencia que la filosofía tiene
en el arte y en la cultura es evidente. La novela del siglo XX es
heredera directa del nihilismo y el irracionalismo de la filosofía
de finales del XIX. Y así ha pasado siempre, son dos conceptos que
han ido de la mano.
Desde la gran huella de Epicuro en De
rerum natura o De la Naturaleza de las Cosas de Lucrecio
la filosofía va marcando un camino que después sigue a través de
la ficción el arte y por supuesto la literatura.
Ya digo que ese camino, esa influencia
de la filosofía y del pensamiento puro, por así decirlo, en el arte
es evidente, pero sucede que cada vez la filosofía está más
arrinconada en los planes de estudio. Como si ya no fuera útil para
nada, si su estudio fuera una inutiludad manifiesta, la filosofía
desaparece de los institutos y de los colegios como una apestada.
La apuesta de los dirigentes por las
ciencias y la utilidad básica y práctica de lo estudiado expulsa a
lo que no tiene un resultado cuantificuable, a lo que no puede
mensurarse y contarse como un conocimiento práctico, útil y que
pueda generar ingresos a corto plazo.
La filosofía sería una de esas
asignaturas, una de esas carreras que no tiene salidas, uno de esos
conocimientos que no puede utilizarse en el mundo del mercado, en el
capitalismo, para construir, vender o para propiciar beneficios a
corto plazo en el mundo empresarial.
Los planes de estudio expulsan a la
filosofía, que además desaparece de las librerías y de los medios.
Los nuevos filófosos no existen. No hay publicación que es como si
no hubiese producción. Hay que recurrir a los clásicos, ya editados
y con renombre y libres de derechos de autor.
La filosofía, marginada, desaparece
del mundo y su influencia y su importancia se deja notar en el vacío
del arte, en la nada que expresa, en lo igual que es todo. Nadie
tiene nada que decir y todos dicen lo mismo que acaban por ser nada.
Porque no hay contenido, porque la filosofía desaparece.
No hay comentarios:
Publicar un comentario