La creación tiene un componente de dificultad que es innegable. Desde la nada idear una historia y hacer que esta sea no sólo aceptable sino buena y hasta necesaria para los receptores, contiene muchas dificultades que los creadores tienen que salvar. El trabajo en solitario a partir de la nada para crear historias, cuadros u otros productos culturales supone mucho esfuerzo.
Ese esfuerzo siempre vendrá matizado por la dimensión de lo hecho. Y no sólo por su aceptación o su importancia, sino también por su extensión. Crear una novela extensa es, en principio, más difícil que crear un cuento de apenas unas líneas. El segundo tiene la evidente contrapartida de su poca extensión para atraer al lector, pero a cambio conlleva menos trabajo.
Crear una novela, una novela redonda donde todas las frases encajan, donde todo está en el lugar en el que tiene que estar y dice lo que tiene que decir, supone el esfuerzo continuado de un creador. Ese creador exprime su talento para que todas las páginas que escribe sean necesarias, sean útiles a su fin último que es crear una novela.
Esa gran cantidad de trabajo que supone, no es posible para todos, pero ahí está sin embargo la opción de escribir cuentos cortos. De ahí la fama y la repercusión que han tenido en los últimos años los microrrelatos. Cuentos muy cortos, que requieren más del ingenio que del talento y que proliferan por todas partes, sobre todo en estos momen tos en los que es tan fácil publicar en cualquier plataforma de internet.
Proliferan los microrrelatos y otros no tan micros que en realidad no son necesarios, útiles o buenos, que simplemente están ahí porque son fáciles, son simples y están al alcance de todos. Queda pues todo más enmarañado, todo más difuso, por la gran cantidad de creadores y materiales, por la imposibilidad de conocerlo todo, de leerlo todo.
Ese esfuerzo siempre vendrá matizado por la dimensión de lo hecho. Y no sólo por su aceptación o su importancia, sino también por su extensión. Crear una novela extensa es, en principio, más difícil que crear un cuento de apenas unas líneas. El segundo tiene la evidente contrapartida de su poca extensión para atraer al lector, pero a cambio conlleva menos trabajo.
Crear una novela, una novela redonda donde todas las frases encajan, donde todo está en el lugar en el que tiene que estar y dice lo que tiene que decir, supone el esfuerzo continuado de un creador. Ese creador exprime su talento para que todas las páginas que escribe sean necesarias, sean útiles a su fin último que es crear una novela.
Esa gran cantidad de trabajo que supone, no es posible para todos, pero ahí está sin embargo la opción de escribir cuentos cortos. De ahí la fama y la repercusión que han tenido en los últimos años los microrrelatos. Cuentos muy cortos, que requieren más del ingenio que del talento y que proliferan por todas partes, sobre todo en estos momen tos en los que es tan fácil publicar en cualquier plataforma de internet.
Proliferan los microrrelatos y otros no tan micros que en realidad no son necesarios, útiles o buenos, que simplemente están ahí porque son fáciles, son simples y están al alcance de todos. Queda pues todo más enmarañado, todo más difuso, por la gran cantidad de creadores y materiales, por la imposibilidad de conocerlo todo, de leerlo todo.
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