Sobre los artistas hay mucha información hoy en día. Sobre qué les gusta, qué hacen en su tiempo privado, qué les ha motivado a escribir sus creaciones. Ellos mismos proporcionan muchas veces esas informaciones, a través de sus redes sociales, en las entrevistas que conceden y en actos similares.
Y muchas veces eso que vemos de los artistas, esa información que recibimos no nos gusta. El artista, y no su arte, prima sobre nosotros. Si le gusta o no determinado deporte, si es fan de nuestro equipo. Si se basa en novelas que hemos leído para componer, para crear su obra.
Esa ficción de ser amigos de nuestros artistas queridos, de ser similares en gustos y en aficiones a ellos, de ser tan similares a ellos que en realidad casi nada nos distinga, provoca en nosotros un gusto reforzado o al contrario un distanciamiento sobre su obra.
Si es simpático con nosotros en una firma de discos o de libros, nos hará pensar mejor en él. Si al abordarle un día en la calle nos contesta de mala manera, pensaremos que es un imbécil y que merece la pena por su obra. O ni siquiera eso.
Abstraer la persona del artista, el hombre del creador, es muy difícil. Pero es necesario a la hora de poder entender, degustar y disfrutar de las obras. De ser críticos con ellas. De valorarlas en su condición necesaria y de poder promocionarlas o no.
Es necesario mirar más a la obra que al artista, aunque a veces sea tan difícil. Aunque a veces la personalidad del artista o sus palabras o su condición puedan con nuestra valoración y acaben contaminando la obra.
Y muchas veces eso que vemos de los artistas, esa información que recibimos no nos gusta. El artista, y no su arte, prima sobre nosotros. Si le gusta o no determinado deporte, si es fan de nuestro equipo. Si se basa en novelas que hemos leído para componer, para crear su obra.
Esa ficción de ser amigos de nuestros artistas queridos, de ser similares en gustos y en aficiones a ellos, de ser tan similares a ellos que en realidad casi nada nos distinga, provoca en nosotros un gusto reforzado o al contrario un distanciamiento sobre su obra.
Si es simpático con nosotros en una firma de discos o de libros, nos hará pensar mejor en él. Si al abordarle un día en la calle nos contesta de mala manera, pensaremos que es un imbécil y que merece la pena por su obra. O ni siquiera eso.
Abstraer la persona del artista, el hombre del creador, es muy difícil. Pero es necesario a la hora de poder entender, degustar y disfrutar de las obras. De ser críticos con ellas. De valorarlas en su condición necesaria y de poder promocionarlas o no.
Es necesario mirar más a la obra que al artista, aunque a veces sea tan difícil. Aunque a veces la personalidad del artista o sus palabras o su condición puedan con nuestra valoración y acaben contaminando la obra.
No hay comentarios:
Publicar un comentario