Que las cosas se solucionen con un beso es un tópico de la ficción, sobre todo de los cuentos. La solución tan simple, pero tan compleja a la vez de que todo se recupere o vuelva a ser lo que era o incluso mejore sólo con un beso es una tentación impagable en la ficción.
Los cuentos clásicos terminan con esa premisa. La bella durmiente, Blancanieves y muchas otras princesas precisan de un beso para poder despertar, para poder volver a la vida. Fiona, la protagonista de Shrek necesita un beso para poder eliminar la maldición que sobre ella pesa.
Pero el beso es algo más. Indican la relación de dependencia entre el príncipe y la princesa, entre la mujer y el hombre. Si el beso es un elemento fundamental del rescate, que además lo tenga que hacer el hombre para salvar a la mujer, indica que ella necesita ser salvada, que necesita del hombre.
Que este tenga que hacer un acto de amor y de ternura para con la princesa, supone una sumisión hacia ella, pero una pequeña sumisión. Ella sin embargo necesita de él para poder vivir. Necesita de ese beso. Necesita ser besada. Y sin ese beso moriría.
Un mujer independiente, una mujer moderna, fuerte e inteligente, no precisaría de un beso para ser salvada, no necesitaría de un hombre a su lado para que la salvara. Y un hombre seguro y fuerte no necesitaría estar pendiente de su princesa, no estaría pendiente de salvarla, porque sabría que ella podría vivir sin él.
De ahí la crítica a esos besos clásicos, a ese significado oculto de los besos: sumisión, dependencia, demostración de fuerza y poder. Son un final muy teatral, muy preciso y que muestra amor y ternura. Pero detrás de ese gesto, de esa belleza de dos labios que se juntan, puede haber otra historia, una que no se cuenta y que acaba siendo una historia triste.
Los cuentos clásicos terminan con esa premisa. La bella durmiente, Blancanieves y muchas otras princesas precisan de un beso para poder despertar, para poder volver a la vida. Fiona, la protagonista de Shrek necesita un beso para poder eliminar la maldición que sobre ella pesa.
Pero el beso es algo más. Indican la relación de dependencia entre el príncipe y la princesa, entre la mujer y el hombre. Si el beso es un elemento fundamental del rescate, que además lo tenga que hacer el hombre para salvar a la mujer, indica que ella necesita ser salvada, que necesita del hombre.
Que este tenga que hacer un acto de amor y de ternura para con la princesa, supone una sumisión hacia ella, pero una pequeña sumisión. Ella sin embargo necesita de él para poder vivir. Necesita de ese beso. Necesita ser besada. Y sin ese beso moriría.
Un mujer independiente, una mujer moderna, fuerte e inteligente, no precisaría de un beso para ser salvada, no necesitaría de un hombre a su lado para que la salvara. Y un hombre seguro y fuerte no necesitaría estar pendiente de su princesa, no estaría pendiente de salvarla, porque sabría que ella podría vivir sin él.
De ahí la crítica a esos besos clásicos, a ese significado oculto de los besos: sumisión, dependencia, demostración de fuerza y poder. Son un final muy teatral, muy preciso y que muestra amor y ternura. Pero detrás de ese gesto, de esa belleza de dos labios que se juntan, puede haber otra historia, una que no se cuenta y que acaba siendo una historia triste.
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