Publicidad

domingo, julio 07, 2013

MAÑANAS Y NOCHES

Por la mañana te costaba despertar. Yo te susurraba “buenos días” al oído muchas veces y tú seguías respirando, no sé si ignorándome, no sé si aún dormida. Yo me levantaba y empezaba a hacer mi vida, sin ruido, para no despertarte, un poco para darte el capricho de seguir dormida, un poco para darme el capricho de seguir solo.

Por la noche me hablabas y me hablabas. Te encendías y no tenías ganas de dormir. Me habías arrastrado a la cama con una promesa de sueño inmediato, medio dormida en el sofá mientras yo cambiaba de canal intentado encontrar algo que no me aburriera, algo que ver mientras tú te amodorrabas.

Pero en la cama te despertabas a la noche y hablabas y hablabas. Me hacías reír. Yo pensaba en los vecinos que debían oír nuestras risas y que pensarían que tendríamos una forma muy extraña de hacernos el amor. En la cama me hablabas y esas palabras eran tus mejores palabras, las que yo recordé siempre, incluso cuando después te fuiste. Nada pudo sustituir eso.

Yo iba a la pastalería y elegía cada día un pastel distinto para tu desayuno. Compraba el periódico y lo leía lentamente. Ponía música bajita. Veía deportes en la televisión. Esperaba a que despertaras para desayunar. La espera solitaria era maravillosa, porque sabía que tú despertarías y vendrías a mí o a los pasteles.

Las mañanas eran mías y las noches eran tuyas en ese reparto del tiempo que tan bien nos salió. Las tardes no importaba si las pasábamos juntos o separados, vendrían después una noche y una mañana para cada uno, una mañana y una noche con los papeles repartidos y cumplidos.

Tú dormías plácida y hermosa en la cama que a la noche había escuchado tus palabras, había reído con nosotros. Yo era feliz en la mañana, en la soledad y en la espera. Incluso mucho tiempo después de marcharte fui feliz en las mañanas, pensando que tú aún dormías y que vendrías a mí o a los pasteles.



No hay comentarios: