¿Existen los clásicos? No me refiero
a los clásicos estrictos, que son tenidos por todos como algo
insustituible y que han contribuido a la cultura de la humanidad
influyendo a su vez en múltiples creadores, o creando ellos mismos
géneros o personajes o tramas perdurables y siempre vigentes. Me
refiero más bien a los “imperdibles”.
¿Existe en la cultura algo
obligatorio? ¿Existen productos culturales que sean de obligado
conocimiento y cumplimiento? Con productos culturales hablo de
pinturas, esculturas, músicas, poemas o narraciones. ¿Es
obligatorio leer, contemplar o conocer determinadas obras? ¿Y si es
obligatorio, cuándo deberían conocerse? ¿Qué motivación debería
ser la que nos llevara a conocerlos? ¿La obligación? ¿La calidad?
¿La escuela?
Todas estas preguntas parecen claras.
La respuesta no lo es tanto. Tal vez sí debería haber productos
imperdonables, obligatorios, pero deberían serlo por elección de
los espectadores, de los consumidores de productos culturales o
artísticos. Aunque también podría decirse que no, que nada es
obligatorio, que todo lo obligatorio deviene en aburrido y en camino
conducido por otros. La obligatoriedad parece no casar muy bien con
la cultura o con el arte.
Hamlet, La Traviata, Casablanca, La
Gioconda, son productos culturales universalmente conocidos, y lo son
básicamente por su calidad, porque han influido en el resto de
artistas, porque han servido de inspiración y de base para otros
artistas o espectadores.
Y los son porque han tenido éxito
desde el principio, porque son considerados clásicos desde su propio
inicio. Y han durado años y años siendo lo que son, siendo casi
obligatorios para todos aquellos que ni siquiera conocen el resto de
sus géneros, el resto de la producción de sus autores.
Existen los clásicos. No existe la
obligatoriedad. Pero pese a ello, todos son conocidos e influyentes.
Así que aunque no son obligatorios, son tan influyentes, tan
atractivos, que no podemos decirles que no. Al menos no en la cultura
occidental.
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