Igual que César Vallejo, Vicente
Huidobro quería sacar de la palabra más de lo que había. Por eso
iba más a su resonancia, a las impresiones que su sonido generaba
que a su significado estricto. Sus composiciones poéticas se alejan
de la habitual relación entre palabra y significado y generan nuevas
conexiones en el lenguaje.
Huidobro es el principal autor del
Creacionismo, vanguardia poética que se caracteriza por intentar
renovar el lenguaje, por crear un lenguaje distinto del existente y
con conexiones no lógicas. Es decir, remitir a la parte del lenguaje
que no va relacionado con el significado, sino con las sensaciones.
Altazor, Temblor del cielo o
Cagliostro son las principales creaciones del poeta chileno.
Igual que le sucedía a Vallejo, a Huidobro el lenguaje se le queda
pequeño. Pero mientras Vallejo aplica este problema a una poesía
significativa, Huidobro es hermético en el significado. No se puede
saber qué dice. Sólo se intuye. Acaba la poesía por ser un juego
de sonidos que pretende con ellos iluminar un significado en el
cerebro del receptor.
Por eso los poemas de Altazor
son de una belleza sonora impresionante, pero no dicen nada, no se
entiende qué quiere decir el poeta, porque no quiere decir nada, lo
que quiere es que sus palabras cobren un significado diferente para
cada lector, que el sonido sugiera a cada cual un signficado distinto
y personal.
Este juego con el lenguaje es difícil
de mantener para el lector. Leer hermosas palabras con sonidos
cautivadores es como mirar un cuadro de hermosos colores que gira
cerca de nosotros, pronto son solo colores y nada más. No hay otra
cosa que mirar.
El creacionismo es una vanguardia que
se parece mucho a las pictoricas, remite a la abstracción del
continente, más allá de formas o de significados. Es pura
abstracción lingüísitica y sonora. Como abstracción es la obra de
Kandisky. Más allá del significado. Lenguaje puro.
Perderse en ese vacío de contenido
hace de la poesía de Huidobro algo valioso como experimento y como
arte casi decorativo, pero le aleja del arte humano, tan enraizado
con las preocupaciones comunes, con la identificación entre el
lector y el autor. Básico para sentirse uno más de todos los
humanos y no uno solo y distinto que entiende el lenguaje como algo
que se crea a cada instante y que por lo tanto no sirve a la
comunidad sino simplemente al hombre individual.
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