La demagogia es una tentación fácil. Porque hacerla es sencillo, se usa contra unos pocos que suelen ser privilegiados y porque se dirige a la mayoría que te aplaudirá. Ganarse un aplauso fácil siempre es una tentación. Y muchos lo han intentado estos días con la huelga de futbolistas.
El del fútbol es sin duda un sector privilegiado. Mueve mucho dinero. Entrega mucho dinero a sus protagonistas y mucha fama y una categoría y consideración social elevada. Pero sólo es así en tal vez cincuenta o setenta futbolistas en este país. El resto, que puede ser un colectivo cercano a las dos mil personas, sufre impagos y se los acusa de falta de compromiso, trabajo o capacidad. Cualquiera puede ir a un campo y gritar a los jugadores que son unos inútiles, que no corren lo suficiente, que no merecen ser pagados. Es cierto que muchos son ambiciosos y buscan el dinero por encima de todo, que son irresponsables por firmar contratos que no van a cobrar, pero eso no justifica los impagos ni la prohibición a su derecho a asociarse y convocar una huelga.
El fútbol está sostenido por la ilusión de los aficionados, que son los únicos que no pueden opinar quién gobierna su club, cómo lo hace, cuándo quiere ver los partidos o cómo ha de ser la competición. Sólo está ahí para pagar. Tal vez un día eso se acabe. Tal vez seamos los aficionados los que debamos ponernos en huelga, los que debamos no pagar más, no ir al campo, no seguir la competición.
Hay tantos implicados que no hacen lo que deben que este post se me va a quedar corto. Jugadores sumamente ambiciosos que quieren más y más dinero, representantes sin escrúpulos, periodistas amiguistas, televisiones irrespetuosas, dirigentes incompetentes que buscan su lucro a costa de todo, federaciones inútiles, gobiernos que no legislan y más y más actores que por su propio provecho acabará tal vez con el mejor de todos los espectáculos.
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