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martes, marzo 26, 2013

UNA DE ROMANOS II

La fascinación del cine por Roma viene de muy lejos. Permite contar películas que recrean un pasado glorioso, donde había intrigas, asesinatos, guerras, bellas y míticas mujeres, costumbres extrañas y luchas de gladiadores. Todo eso junto puede conllevar una buena historia, o al menos, un par de horas muy entretenidas.

Las películas de romanos eran caras. Hacían falta muchos extras, hacía falta un decorado lujoso y suntuoso y hacía falta atención al detalle para que todo quedara bien hecho y no hubiera errores históricos o anacronismos. Al ser caras, muchas son grandes películas, o al menos grandes espectáculos. Algo que no podemos decir de las últimas películas sobre Roma, La última legión es un ejemplo de un género que ha perdido grandiosidad de antaño.

Además, las películas contaban una historia que había sucedido, o que tenía un trasfondo histórico real. Las narraciones históricas siempre han interesado (véase ahora el auge de la novela histórica que todo lo invade). Servían pues, para ejemplicar el pasado de muchos pueblos y para simular un período histórico.

Pero su historicidad es cuanto menos discutible: Cómodo no murió a manos de un gladiador, aunque sí participó en combates de gladiadores. Tampoco se volvió a la república tras su muerte. Tras cruentas guerras civiles y el ascenso y descenso de muchos al trono imperial, Séptimio Severo acabó imponiéndose y consolidando un gobierno, imperial, por supuesto.

Tampoco los guionistas de la serie Hispania estuvieron acertados. Viriato presenció la masacre de Lusitanos que ordenó Galba tras una estratagema. Pero el ascenso de Viriato como héroe contra Roma se produce cuando ya Galba está en Roma y está además siendo juzgado por su actuación como pretor en Hispania y sus crímenes contra los Lusitanos.

Aún así, las películas de romanos, propias de esta época del año, no dejan de ser uno de los mayores espectáculos del cine. Imposible olvidar las lágrimas falsas de Peter Ustinov en Quo Vadis? La carrera de gladiadores en Ben Hur, el desfile de tropas en La caída del Imperio Romano, la presentación de Máximo en el coliseo en Gladiator o, por supuesto, el “yo soy Espartaco” de la película de Stanley Kubrick.




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