Aunque ahora es muy fácil informarse
(gracias a internet y a foros, artículos de periódicos colgados en
la red o simplemente a blogs similares a este, se puede estar al cabo
de casi todo lo que nos interese) no sé mucho del musical que veré
en los próximos días.
Por lo tanto voy con las expectativas
intactas, pensando en que veré un espectáculo que conjugue la
música, la actuación, el baile y cierta dosis de espectáculo.
No sé si hago bien absteniéndome de
saber qué habrá allí, qué veré, qué canción me sabré y cuál
no me gustará. Pero he preferido esta vez no saber nada, porque
muchas veces no saber qué pasará mantiene la atención alerta y no
sube el listón tan alto como para que lo visto no pueda luego
superarlo.
Tal vez ese sea el problema de las
cosas que nos cuentan: siempre nos dan una opinión sobre ellas, y
esa opinión condiciona la nuestra. Si nos dicen que veremos un
espectáculo grandioso y este nos parece un poco menos grandioso de
lo esperado, nos parece que realmente hemos asistido a un timo.
Y también al contrario. Un espectáculo
que presenciamos y del que nos habían hablado mal se convierte en no
tan malo a nuestros ojos, y por condición de esas opiniones que
contrastan con la nuestra, se convierte hasta en un gran espectáculo.
Veré mañana 40 el musical y lo
juzgaré sin una idea preconcebida. Aunque después cuando lo cuente
crearé en vosotros una expectativa y una opinión.
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