Es una sensación extraña la de este
sol. No hará crecer las plantas. Pero a mí me gusta. Me hace
crecer. Y salir. Quedarme quieto en mitad del parque en pleno enero.
Caminar bajo el sol de enero es extraño. Caminar es extraño. Poner
un píe ante el otro. Sin más. Y moverse. Sin necesidad de ayuda. Ha
pasado a mi lado un hombre en silla de ruedas. Tenía motor. Se movía
más rápido que yo. Muchísimo más rápido.
Esperar encerrado ha sido aburrido.
Pero ha merecido la pena. Las esperas siempre se hacen largas. Pero
forman parte de la alegría. No habría felicidad ahora bajo el sol
si no hubiera estado bajo el techo tanto tiempo. Esperando poder
salir. Poder resucitar.
Esa mujer que acaba de pasar es fea. Y
mayor. Pero oír sus tacones detrás de mí hasta que me ha
adelantado ha sido excitante. Imaginar cómo podría ser. Cómo
serían sus ojos o su pelo. No he visto muchas mujeres últimamente.
Todas en la tele. En las revistas. En internet. No son como esta. Es
mucho más fea. Pero más real. Podría haber tocado sus pechos si
hubiera alargado la mano. Y haber cometido un delito.
El sol y la resurrección van de la
mano. Ojalá llueva un día. Hace tanto que no siento cómo me cae en
la cabeza. Cómo suena en el suelo. Vivir a la espera ha estado bien.
Pero sólo porque después vendría esto.
No hay comentarios:
Publicar un comentario