FRÍO Y CALOR

Hace un frío del carajo. He salido esta mañana a dar un paseo mientras mi mujer y nuestra amante china hacían sus cosas (el arroz tres delicias y esas cosas que hacen ellas cuando se aburren) y me he pelado de frío. Tanto ha sido que he tenido que meterme dentro del bar. Hacía tiempo que no iba a un bar español. Y ya no me acordaba de que los camareros son francamente desagradables y que tienen la sensación de que ponerte una tapa va a acabar con su vida.

Mientras estaba allí protegiéndome del frío y entrando en calor con un gran vaso de Carlos III (eso los chinos no pueden plagiarlo) ha entrado un chino desconocido para mí y se ha puesto a jugar a la tragaperras hasta que ha sacado de allí 100 euros. Lo ha hecho como el que tose el tío.

Después ni ha pedido cambio ni nada. Se lo ha llevado así, en monedas. El dueño del bar ha no renegado contra China y sus gloriosos hijos. Ni ha escupido en su vaso. Ni nada. Le ha dado la enhorabuena y le ha deseado que vuelva mañana. He seguido al chino hasta un local que tiene enfrente. Es una peluquería masculina. Y estaba abarrotada. Después de un paseo por allí y ver las bonitas peluqueras que trabajan para el chino he entendido todo lo que pasaba.