La ciudad se oculta tras la niebla.
Pero tras el blanco espesor sigue siendo la misma. Sólo es que sus
pecados han quedado ocultos. Pero siguen ahí. Siguen siendo. Siguen
ocurriendo minuto a minuto. Y yo no puedo hacer nada para pararlo.
Hay demasiado mal para un hombre solo. Demasiado.
He tenido un momento de claridad entre
la niebla. He recordado un día que llevabas el pelo recogido y tus
orejas se mostraban como un objeto deseable. Acariciarla. Morderla
suavemente. Pero al momento no he sabido si tu oreja era tu oreja o
si es todo inventado, si he creado yo mismo esa situación, esa
oreja, ese deseo, ese recuerdo. Nadie puede decirme si eso sucedió o
no. Así que voy a intentar olvidarlo.
La niebla también me esconde a mí. Y
puedo observar la ciudad. Y puedo mirar la ciudad con pausa y valorar
su ética y no su estética. Puedo pensar claramente así escondido.
Puedo ser el hombre que no existe así escondido, el que no es, el
que no se ve. Y puedo saberlo todo.
La ciudad se oculta tras la niebla. Tú
te ocultas también en algún sitio. Tal vez entre la niebla de mi
memoria. Tal vez no te ocultas, porque nunca has existido.
1 comentario:
La misteriosa niebla y las dudas eternas... me gusta!
Publicar un comentario