Al principio todo huele bien. Huele a
cerezas. A vainilla. Tu piel resplandeciente y blanca. Muy blanca.
Los labios delgados. Y muy finos. Una raya que se curva cuando te
hago sonreír. O cuando no lo hago yo. Al principio todo huele bien y
no hay lágrimas. Y tú sales de casa vestida de negro. Y mi corazón
se vuelve fuego si me asomo a tu escote. Y quiero salir corriendo.
Pero todo huele bien. Dos pasos atrás. Uno adelante. Hay que estar
más lejos. Mucho más lejos. Al final todo ha perdido el olor menos
tu piel. Vainilla. Y cerezas. Y el camino a casa solitario.
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