Yo nunca lloro. Ya lo sabías antes de casarte conmigo. Que yo nunca lloraba. O que decía que nunca lloraba. Por nada. En ningún sentido. No me quejaba por nada. No mostraba sentimientos. Eso te daba miedo. Porque tenías que enseñarme muchas cosas. Y muchas las aprendí. Tú sin embargo sí llorabas. Y aprendimos el uno del otro. Tú aprendiste a no quejarte. A saber aguantar. Yo no aprendí nunca a llorar. Nunca aprendí a quejarme. Pero sí a sentirlo. Pero sí a poder decirlo. Después, después sí que lloré. Y luego no volví a sentir nada.
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