Era un buen estudiante. Y lo aprobaba siempre todo. En la universidad también. Y tenía ideas. Era un hombre creativo. Por eso su mujer se enamoró de él, por la capacidad que tenía para improvisar, para crear situaciones o realidades, para verlas distintas. Así inventó algo único. Un componente para las bombillas. Y con la patente se gana la vida. Muy bien. Ella sigue trabajando, sin presión. Y él vive como siempre quiso vivir. Sentado y mirando el mundo. Aprendiendo. Deleintándose. Pesando cuando le apetece en lo que le apetece. Y viendo como ella pasa y sus tacones se marcan en el suelo.
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