El sol hace salir a las ratas a la ciudad. Todo la porquería queda removida con su salida, todas las tripas íntimas de la ciudad, todo lo que lleva dentro se revuelve con la salida de las ratas, como cuando toda la comida acumulada se empeña en salir de un estómago. Es un vómito de ratas saliendo al sol.
También los hombres salen al sol. El olor a carne fresca, a pelo mojado de mujer, excita a los hombres. Y saben que al sol todo huele más. Huele mejor. Así que los hombres salen al sol buscando a las mujeres de pelo mojado, a las de la carne fresca untada de sol.
Y salen como locos, sin pensar en nada, sin respetar nada. Hacen añicos lo que son y lo que piensan, lo que sienten. Salen a pesar de todo, contra todo. Y lo destrozan todo. Como las ratas remueven las tripas de la ciudad. Y todo tiene un asqueroso olor a sexo, a dinero sucio y a entrañas removidas. En los autobuses, en las aceras, en los periódicos y las pantallas los canallas se hacen fuertes como una rata puesta al sol.
No llegará el día en que el sol les queme, porque de ellos es el reino de los cielos y el de la tierra, las mujeres y los hombres. Brillaba el sol en aquella foto.
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