Observaba, pues, al hombre que tenía frente a mí, al hombre que ahora compartía la vida con ella. El que ahora se acostaba con ella y se levantaba con ella, el que lo compartía todo con ella. Trataba de coincidir con él, de poder observarle desde lo más cerca posible para hacerme un poco como él. Eso no resolvería nada. Pero al menos sentiría que podría tener opciones. No la había visto en meses. No tenía tampoco esperanzas ni lugares ni razones para pensar en que podría encontrarme con ella. Tendría, llegado el momento que buscarla. Pero tenía un objetivo. Tenía que ser como él. Dejar de ser el hombre que era. No ser más el mismo hombre.
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