A 2000 metros todo se hace muy lento. Un kilómetro no pasa nunca. Vas a 10 a 15 por hora. Un kilómetro son cinco minutos. Si eres de los buenos. Atrás, el kilómetro es otra cosa. Atrás todo es calma. Pero aquí todo se hace lento. Respiras más lento. Te cuesta más coger aire. Encontrarlo. Los movimientos son más lentos. No oyes los gritos que te llegan por el audífono. No oyes nada. Ni siquiera el hombre que está corriendo a tu lado y que si se cae te tirará.
A 2000 metros miras a tu alrededor para tratar de encontrar pistas. Pero todos llevamos entrando muchos años las caras, los gestos. Que nadie sepa lo que sientes. Lo que piensas. Que nadie sepa que no puedes con tu alma, que quieres bajarte antes de esa revuelta. Que nadie sepa que eres el mejor. Que vas a atacar y nadie podrá seguirte.
A 2000 metros están todos los sueños del Tour. De los niños que quieren ser ciclistas. De los que no pudieron serlo y gritan en la carretera, que esperan en sus casas el momento del ataque, que se ponen de píe contigo y empujan y empujan.
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