Me obsesionaba yo mismo. La imagen que proyectaba. Y el interior de esa imagen. Saber quién era y cómo había llegado a ser quién era. Y no contaba con testigos. O no con el testigo principal. Era como una novela policíaca en la que tenía que investigar mis orígenes, saber quién era yo. Pero justamente yo era el menos indicado para entenderlo y para verlo. La mejor forma que se me ocurrió fue volver atrás, al pasado, a los días anteriores a conocerla, a los días en que aún éramos desconocidos.
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