La jornada de descanso está hecha para eso, para descansar. Tumbarte en la cama del hotel y dejar pasar las horas y el dolor de piernas, que a estas alturas y después de la dureza, los kilómetros y la tensión es tanto que no puedes andar, que quedarte de píe debajo de la ducha cuesta tanto que casi te dan ganas de tumbarte y dejar que el agua choque contra ti.
Pero la jornada de descanso también sirve para pensar. Para darle vueltas a que aún tienes opciones. A que tu trabajo está por hacer o ya está hecho. Para pensar en lo que queda. En que dentro de dos semanas estarás con los tuyos. Para pensar en que mañana es un buen día para atacar. O para pensar que esto debería acabar ya.
Cada uno tiene sus sueños esta jornada de descanso. Algunos en lugar de sueños tienen suerte.
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