Hacerse el encontradizo es complicado. No sabía sus costumbres. Trate de investigarlas. De conocer su intimidad. Saber dónde iba. Cuándo. Con quién. Y todo eso sin que me viera. Una vez más jugaba a ser detective. Ahora un detective de sus costumbres. De su vida. Confeccionaba planes estúpidos que por momentos funcionaban en mi cabeza. Ella decía las palabras exactas. Pero yo le hacía decir esas palabras. Vivía en una mezcla de película de detectives y de comedia romántica. Mi historia parecía producida en serie por un torpe guionista americano. ¿Quién era yo ahora? ¿Un Hugh Grant? ¿Uno de esos jóvenes que destacan en una serie y que hacen su primera película? Investigaba su vida. Lo siguiente sería coincidir con ella. Por casualidad.
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