Como estaba aburrido me metí en un prostíbulo. Pero resulta que los prostíbulos son muy caros. Hay que pagar por todo, no sólo por acostarte con esas mujeres, también por beber y por cualquier cosa que hagas. Además son muy caros. Una coca cola por diez euros me parece excesivo.
Una mujer se me acercó y estuvimos hablando, se llamaba María y era de no sé qué país raro. De uno de esos en los que bailan bachata. O merengue. No lo sé exactamente. Hablamos de varias cosas y como yo perdí un poco los nervios y el control de la situación le pregunté que a qué se dedicaba. A nada cielo, me dijo y se fue.
Total, que me fui del lugar aquel sin una perspectiva muy clara de para qué sirven o qué se hace en ellos, pero con la sensación de que me equivoco siempre. Otro día volveré a ver qué tal se me da.
1 comentario:
Curioso texto, nunca he ido a ninguno... Enhorabuena por el blog, y un saludo desde Luz y Penumbra!
Publicar un comentario