El amor es ese sentimiento tan primaveral que hace que nos sintamos bien o mal dependiendo de las cosas. Pero eso no es lo importante. Lo importante es que la gente que siente amor se dedica a contarlo. Esto estaría bien si yo estoy enamorado de ti y me cuentas lo que me quieres. Todos contentos. Pero no. Todo aquel que ama lo cuenta. A quién sea. Da lo mismo.
Eso le pasa a la terapeuta. Su trabajo es escuchar. Y todo el mundo le cuenta sus cosas. Tarde o temprano aquello acaba convertido en un consultorio sentimental. De lo mucho que se quiere a alguien. O de lo poco que nos quieren. Esa es la cuestión. La gente que no se siente querida.
Si son poetas o cantantes todo va bien, porque hacen una canción, un poema, incluso escriben un libro o dirigen una película. Y todo el mundo gana. Aint no sunshine.
Pero, ¿y si no lo son? Pues te darán la matraca. Para eso la terapeuta tiene mucha capacidad de desconcentración. Es capaz de pensar en cualquier otra cosa y parecer que está escuchando, cuando realmente no es así. Así que no se entera de cuando alguien quiere a otra persona. Si fuera así podría decirme cuando esa chica ha roto con su novio. Que es algo que me interesa mucho.
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