Ella llega a casa cansada. Hoy no ha podido ir a la peluquería, ha estado todo el día trabajando. Se siente normal. Incluso más fea que otros días. Espera que él le cuente su día, si la ha visto, si sonaban o no sus tacones, si su perfume era el mismo. Respira y espera que pase pronto, que le cuente todo rápidamente. Él la saluda. Le pregunta, como siempre, qué tal el día. Ella le cuenta todas sus cosas, las nuevas, las que continúan desde ayer o la semana anterior y espera que no llegue el momento en que él hable. Pero termina y dice lo mismo, ¿y el tuyo, qué tal? Él le va a contar lo de siempre, pero antes de hacerlo la mira y le dice lo que quiere decir desde hace mucho tiempo: estás muy guapa, tanto como siempre. Sabes, nunca te lo he dicho, y sé que tú lo sabes, y que tengo que decirlo. No hace falta que me digas que me quieres ya lo sé. No es eso. Quiero decirte la verdad. Y ella tiene mucho miedo, hasta que escucha: nadie más puede tocarme.
1 comentario:
Muy buenooo!!!!!
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