En un rato de inspiración, y también de turbación, pedí un boli, cogí una servilleta y empecé a escribir:
“Habrá días que te quiera tanto que me costará explicármelo a mí mismo, días absurdos que se me pasarán volando y que olvidaré. Habrá días en que todo me dará igual, no me importarán tu madre ni tus hermanos, no me importará tu trabajo, ni con quién te has cruzado por la calle. Habrá días que me los pasaré en la indiferencia, que no tendré conciencia de las cosas, de si te quiero o no, de si vives conmigo, de si hacemos el amor con pasión o con dejadez. Habrá días en que no consiga hacerte reír. Y días de risa. Habrá días rutinarios que sabrás que son sólo porque los marca el calendario. Habrá días que no quiera escucharte. Habrá días en los que me canse de ti. Días en los que no me importarás nada. Días que pasarán. Y días hermosos. Y días muy tristes. Y otros que serán tristes por mi culpa, porque habré hecho algo que no debía. Habrá días en que me odiarás y querrás que me vaya. Días en que yo te odiaré más de lo normal o lo lógico. Días en los que sin ningún motivo, mientras veo la televisión o hago la cama tendré la necesidad incontrolable de decirte que te quiero. Habrá días en los que te necesitaré. Y días en los que me sobrarás. Días en que no estaré aunque tú me necesites.”
Seguía más allá, pero usé la servilleta para limpiarme. A veces me aburro un montón.
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