Antes de besarte te acercas tanto a mí, incluso las veces que no me besas, las veces que sólo te acercas porque quieres hablarme y que sólo yo lo oiga o cuando tienes que hablarme muy cerca porque si no no podré oírte, que tu aliento calienta mi sangre. Te acercas y sólo me dices que hay algo detrás de mí que tengo que mirar. Y mi sangre se calienta con el calor de tu aliento en mi oreja. El soplido de tu aliento frente a mí y la reacción que no puedo controlar. También el olor de tu aliento. Cuando has bebido. Cuando has comido. Las veces que recién levantada o ya por la tarde, es desagradable. Y yo que lo pruebo y no reniego de él sólo porque es tuyo. Tu aliento y su sabor cuando me besas es el sabor más claro del amor que puedo recordar. Más que ningún otro. Más que el de la pasión de tu sexo, más que el claro y pálido de tu piel. Más que ninguna otra cosa.
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