Él lo sabe, sabe todas las razones, sabe la verdad. Sabe que por más que siga otros pasos, que imagine perfumes, que mire a otras mujeres sólo hay una en su vida, sólo una vale. Sigue los ruidos de los tacones, que no le excitan. Sigue el perfume de esa mujer, que no provoca nada en él. Sigue el movimiento de su pelo. Crea un pasado y un presente y un futuro para ella. Pero no es posible. Él lo sabe. Por eso nada le preocupa excepto ella. Y sabe que tiene que decírselo y no se atreve como la primera vez que le dijo te quiero. Como cada vez que la ve, tan hermosa, un martes cualquiera, y no puede decirle que es así, que está infinitamente bella. Y sólo puede contarle la cualidad de los pasos de esa otra mujer. La onda que su perfume propaga. Y lleva así mucho tiempo esperando para decirle lo que ella necesita oír: nadie más puede tocarme.
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