Hay escritores que
son sólo una nota al pie de las páginas de la historia literaria,
como si lo que hicieron hubiera sido algo pequeño, minúsculo. Hay
otros, que son borrados, tachados, eliminados con violencia de esa
historia por sus enemigos del momento, no por la historia ni por la
valía, sino por la consideranción de sus coetáneos.
El primer Premio
Nobel español fue José de Echegaray, hombre de enormes capacidades,
pero que representaba el pasado para una gran generación de
escritores españoles, lo que le hizo desaparecer, ser olvidado y
tachado de la historia, como si lo suyo hubiera sido una casualidad,
o ni siquiera hubiera existido.
Autor teatral de
gran éxito, elogiado y maltratado por la críticia (el propio Galdós
lo critica o lo exalta analizando su trabajo), representa para los
modernistas y los del 98 todo lo antiguo, todo lo que querían
eliminar de la literatura. De ahí que se unieran para criticar esa
concesión del Premio Nobel. De ahí que ellos hayan pasado a la
historia y nadie lea ni represente a Echegaray.
Echegaray, sin
embargo, podría ser considerado un prototipo de hombre moderno y
europeo. Físico y matemático destacado (se dice que fue el
matemático más destacado del siglo XIX en España), fue también
ingeniero y llegó a ocupar el cargo de Ministro de Hacienda. La
literatura, el teatro, que cultivó con enorme éxito de público,
fue para él una distracción, una ocupación de la que gustaba, pero
que no era su profesión.
Elogiado por Shaw, y
bien considerado en Europa, no en vano le concedieron el Premio,
Echegary ha sufrido el ninguneo de la literatura y su historia, que
ha tenido en él la víctima perfecta, discreto, preparado y con
poder político. Borrado y eliminado como si no hubiera existido,
como si todo lo que hizo no fuera nada. Como un fantasma literario
cuyo nombre da miedo pronunciar, por si se aparece.
2 comentarios:
Mucha literatura de aquella época, en especial la que iba acompañada de una gran carga de romanticismo trasnochado (Echegaray escribía obras de teatro en verso!!!!) ha envejecido muy mal. Eso puede explicar que nadie se haya atrevido a resucitarlo. No hay por dónde cogerlo. Tampoco hay por dónde coger a otros coetáneos suyos que fueron importantes entonces. Pensemos en Núñez de Arce o en el mismísimo José Zorrilla, si dejamos aparte la tradición de representar su horrorosa versión del Don Juan.
El romanticismo en general ha envejecido mal, pero lo más sorprendente de Echegaray es cómo fue ninguneado por las generaciones posteriores, hasta el punto de que nadie recuerda que le dieron el Nobel. Una de esas campañas que hicieron los del 98, como la que tuvieron contra Galdós, pero que en este caso acabó totalmente con la figura de Echegaray, que es tratado casi como un chiste en los manuales de literatura. Desde luego consiguieron deshacerse de él y de su obra, de la que sólo recordamos un título, El gran galeoto, que está perdido y nadie jamás lee ni leerá.
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