El miedo guarda la viña es un frase española típica. Dice que el miedo es el que se usa para guardar aquello que tenemos, sea lo sea, y conservarlo con nosotros hasta el final. El miedo, esa expresión tan normal y habitual en el ser humano, aunque a veces aparezca escondida en otros comportamientos, es una de las grandes armas de la actualidad. Nada modifica más el comportamiento que el miedo.
Desde Lovecratf hasta Wes Craven, el miedo ha servido para expresar el horro del ser humano ante el medio que le rodea. Aunque a veces esté trasmutado en elementos inhumanos o imposibles, estos no son más que trasuntos de la realidad, que es lo que más miedo da. Vampiros, monstruos o espíritus no representan más que el miedo real que tenemos a vivir, a convivir con nosotros mismos y con el resto de los humanos.
El miedo o el terror ha creado grandes obras maestras del sufrimiento y el dolor. Desde El exorcista hasta Drácula, desde El resplandor hasta Psicosis, el terror ha estado presente en la cultura occidental asustando a los espectadores y sobre todo mostrando otra realidad, otros monstruos en los que cualquier podría convertirse o con los que cualquier podría toparse.
El género, más de actualidad que nunca pues hay continuos llamamientos al miedo por todas partes, desde los telediarios hasta los espacios sobre meteorología, desde los espacios económicos hasta los de educación, está hoy más vivo en la realidad que en la ficción. En la ficción, codificado hasta extremos alarmantes, sólo reproduce clichés y tipos que ya están muy superados.
Mientras que desde los programas políticos unos y otros nos lanzan miedo, desde las ficciones el miedo es cada vez menos efectivo, asusta menos, aunque de más asco. La realidad ha superado a la ficción por una vez. Al menos hasta que la ficción vuelva a producir productos terroríficos. Mientras tanto, gana la realidad.
Desde Lovecratf hasta Wes Craven, el miedo ha servido para expresar el horro del ser humano ante el medio que le rodea. Aunque a veces esté trasmutado en elementos inhumanos o imposibles, estos no son más que trasuntos de la realidad, que es lo que más miedo da. Vampiros, monstruos o espíritus no representan más que el miedo real que tenemos a vivir, a convivir con nosotros mismos y con el resto de los humanos.
El miedo o el terror ha creado grandes obras maestras del sufrimiento y el dolor. Desde El exorcista hasta Drácula, desde El resplandor hasta Psicosis, el terror ha estado presente en la cultura occidental asustando a los espectadores y sobre todo mostrando otra realidad, otros monstruos en los que cualquier podría convertirse o con los que cualquier podría toparse.
El género, más de actualidad que nunca pues hay continuos llamamientos al miedo por todas partes, desde los telediarios hasta los espacios sobre meteorología, desde los espacios económicos hasta los de educación, está hoy más vivo en la realidad que en la ficción. En la ficción, codificado hasta extremos alarmantes, sólo reproduce clichés y tipos que ya están muy superados.
Mientras que desde los programas políticos unos y otros nos lanzan miedo, desde las ficciones el miedo es cada vez menos efectivo, asusta menos, aunque de más asco. La realidad ha superado a la ficción por una vez. Al menos hasta que la ficción vuelva a producir productos terroríficos. Mientras tanto, gana la realidad.
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