La atracción que los malvados y los depravados ejercen sobre nosotros es muy visible en la atención que reciben muchos asesinos en serie, incluso después de su detención. Marcados normalmente por una vida de sufrimiento y dolor, estos individuos utilizan la muerte y la violencia para dar salida a sus sentimientos y sufrimiento sí acaban por atraer la atención hacia sí. El hijo de Sam, Charles Manson y muchos otros acaban por hacerse famosos por sus actos deleznables e incluso tienen fans, admiradoras y amantes gracias a su maldad.
Esa fascinación por sus actos fuera de lo común es lo que puebla las obras de ficción con ellos. Series de televisión, películas, libros, cómics llenan sus páginas con las historias reales de estos personajes, o recrean sus acciones y sus actos con personajes ficticios que se comportan con ellos.
Hace unos meses hablábamos de Mi amigo Dahmer, un cómic sobre el carnicero de Milwaukee, en el que uno de sus compañeros de clase hablaba sobre el joven Dahmer, el que él conoció y que finalmente acabaría por convertirse en un asesino, necrófilo y caníbal.
En el mismo sentido La Cúpula publicó hace un tiempo Haarman, la historia de otro carnicero, el de Hannover. La historia de este hombre, que asesinaba adolescentes, los violaba, les seccionaba la carótida de un mordisco y después vendía su carne a sus vecinos.
Un cómic con unas grandes dosis de horror, verosimilitud y crueldad, dibujado con mucho detalle, en un tétrico blanco y negro que sirve para adentrarse en el mundo oscuro y horrendo de Haarman, uno de esos personajes que muestran lo peor del ser humano, su lado más destructivo y doloroso. Un lado del ser humano que provoca fascinación por lo alejado que está de la norma y asco por lo malvado de su comportamiento.
Esa fascinación por sus actos fuera de lo común es lo que puebla las obras de ficción con ellos. Series de televisión, películas, libros, cómics llenan sus páginas con las historias reales de estos personajes, o recrean sus acciones y sus actos con personajes ficticios que se comportan con ellos.
Hace unos meses hablábamos de Mi amigo Dahmer, un cómic sobre el carnicero de Milwaukee, en el que uno de sus compañeros de clase hablaba sobre el joven Dahmer, el que él conoció y que finalmente acabaría por convertirse en un asesino, necrófilo y caníbal.
En el mismo sentido La Cúpula publicó hace un tiempo Haarman, la historia de otro carnicero, el de Hannover. La historia de este hombre, que asesinaba adolescentes, los violaba, les seccionaba la carótida de un mordisco y después vendía su carne a sus vecinos.
Un cómic con unas grandes dosis de horror, verosimilitud y crueldad, dibujado con mucho detalle, en un tétrico blanco y negro que sirve para adentrarse en el mundo oscuro y horrendo de Haarman, uno de esos personajes que muestran lo peor del ser humano, su lado más destructivo y doloroso. Un lado del ser humano que provoca fascinación por lo alejado que está de la norma y asco por lo malvado de su comportamiento.
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