Tras un grave
atentado, el gobierno decide endurecer las leyes y concentrar más
poder y recortar libertades para preservar la seguridad de sus
ciudadanos. Hay un contexto complicado en el mundo y el país,
encerrado en sí mismo, prospera económicamente y no vuelven a
repetirse protestas ni atentados.
Podría estar
pasando ahora mismo, pero esa idea de un atentado terrorista que
sirve para que un gobierno restringa las leyes y la libertad y acabe
por asumir un poder absoluto, es la que desarrolla Alan Moore en V de
Vendetta, un cómic icónico por la máscara característica que luce
su protagonista que se ha transformado un emblema de la libertad.
Tras los atentados
de París vuelve a pensarse en controlar más a los ciudadanos por
parte del gobierno, porque así protegerían mejor de presumibles
ataques terroristas. Si todos estamos controlados absolutamente,
nadie puede hacer nada ilegal. O lo que es lo mismo, pagamos un
supuesto bienestar con nuestra libertad.
En el cómic, el Estado se ha vuelto totalitario, no hay libertad de expresión, de
movimiento, de religión, ni libertad sexual. Puedes ser enviado a
campos de reeducación por tu condición sexual o por ser un agitador
cultural o por expresarte libremente. Uno de los personajes, el
cómico más famoso del país, esconde su condición sexual para
poder sobrevivir y cuando hace una sátira de su líder es detenido
por la policía.
Con el cómic Moore
pretendía alertar del peligro de que la sociedad se asuste y le de
el poder a quien no debe. Esos, llegados al poder, establecen un
gobierno totalitario. Y la libertad y la vida se acaban ahí. Una
fábula inteligente que alerta de los peligros del miedo, de cómo
nos manejan con él y cómo el poder absoluto no es tan difícil de
lograr. Una historia ficticia que se parece mucho a la realidad,
tanto que merece reelerla en estos días reales que se repiten, otra
vez, casi iguales a los imaginados.
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