La seriedad de las autoridades con el fraude fiscal es una de las consecuencias de la crisis. Esa seriedad debería estar ahí siempre, igual que la austeridad que ahora se pregona. Pero en el caso de la Hacienda, esa seriedad nueva ha traído alguna sorpresa.
Recientemente se ha encontrado en una caja de seguridad embargada a un defraudador un óleo original de Van Gogh, de un valor incalculable, o al menos de un valor relativo que después se sabría en una subasta.
Con una historia muy curiosa, que responde según parece a la custodia de la obra para un coleccionista extranjero, la pintura ha estado desparecida más de cuarenta años cuando se le perdió la pista en un museo holandés.
No sabemos qué pasará con la obra, aunque suponemos que sobre su propiedad se establecerá algún tipo de litigio del que la Hacienda pública no sacará nada de provecho, ya que la obra parece pertenecer claramente al patrimonio holandés.
Pero lo curioso es que según las informaciones de la Agencia Tributaria este pago en especies, en obras de arte, es más común de lo que parece. En la mima operación se han obtenido varias joyas de valor importante y algún otro objeto de arte de menor cuantía.
En años anteriores los defraudadores entregaron, o las autoridades decomisaron, según se mire, tres obras de Picasso, dos de Miró y una de Madrazo. Esto nos habla de la conexión entre arte y dinero: cuando las obras muestran prestigio para sus compradores, estos pagan mucho por ellas, aunque cuando hay que pagar es lo primero que entregan, antes que el dinero.
El arte es, pues, para muchos de ellos, un mero adorno, un objeto de decoración igual que puede serlo un coche caro o un sofá de precio escandaloso. El patrimonio nacional se aprovecha de estos hallazgos para engrosar, así que esperemos que sean muchos los que salden sus deudas con todos nosotros y que paguen, de la forma que quieran, sus impuestos. Si además de las arcas llenamos los museos, mejor que mejor.
Recientemente se ha encontrado en una caja de seguridad embargada a un defraudador un óleo original de Van Gogh, de un valor incalculable, o al menos de un valor relativo que después se sabría en una subasta.
Con una historia muy curiosa, que responde según parece a la custodia de la obra para un coleccionista extranjero, la pintura ha estado desparecida más de cuarenta años cuando se le perdió la pista en un museo holandés.
No sabemos qué pasará con la obra, aunque suponemos que sobre su propiedad se establecerá algún tipo de litigio del que la Hacienda pública no sacará nada de provecho, ya que la obra parece pertenecer claramente al patrimonio holandés.
Pero lo curioso es que según las informaciones de la Agencia Tributaria este pago en especies, en obras de arte, es más común de lo que parece. En la mima operación se han obtenido varias joyas de valor importante y algún otro objeto de arte de menor cuantía.
En años anteriores los defraudadores entregaron, o las autoridades decomisaron, según se mire, tres obras de Picasso, dos de Miró y una de Madrazo. Esto nos habla de la conexión entre arte y dinero: cuando las obras muestran prestigio para sus compradores, estos pagan mucho por ellas, aunque cuando hay que pagar es lo primero que entregan, antes que el dinero.
El arte es, pues, para muchos de ellos, un mero adorno, un objeto de decoración igual que puede serlo un coche caro o un sofá de precio escandaloso. El patrimonio nacional se aprovecha de estos hallazgos para engrosar, así que esperemos que sean muchos los que salden sus deudas con todos nosotros y que paguen, de la forma que quieran, sus impuestos. Si además de las arcas llenamos los museos, mejor que mejor.
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