Después de salir del colegio, Sonia se
fue a vivir a la ciudad en la que estaba la universidad. Era una
ciudad de provincias, pero estaba llena de universitarios. Allí
vivía en una casa sola. Era pequeña, pero era la primera vez que
estaba realmente sola. En su casa tenía a su madre y a sus hermanas.
Su padre siempre estaba trabajando o viendo solo la televisión.
La soledad era aburrida algunas veces.
Al principio le costó mucho. Pensó en ir a una casa con compañeras
de piso y estudios. Pero acabó por acostumbrarse. A veces se quedaba
quieta en el salón, con las luces y la televisión apagadas.
Simplemente se quedaba allí intentando no pensar en nada. No pensar
en nada era muy difícil. Y nunca lo conseguía. Pero lo intentaba.
La compañía era distinta después de
la soledad. A veces se lanzaba a la calle sólo por hablar con
alguien, por comprobar que seguía habiendo personas en el mundo. Eso
le llevó a acostarse con hombres que encontró por ahí. Sólo
quería compañía. No estar sola al despertar. Aunque muchos se
marchaban después del sexo. Esos no daban beso de despedida. Sonia
apuntaba en un calendario, sobre el día en que había sucedido, el
nombre del hombre con el que se había acostado. Sabía con precisión
con cuantos hombres lo había hecho.
Miguel ocupó un número en el mes de
abril.
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