Elena se ducha rápidamente. Le gusta
la sensación del agua en su piel, pero hace frío y no quiere estar
más tiempo del necesario bajo el agua. El agua caliente empaña el
espejo y Elena abre la puerta y espera que entre un poco de frío y
limpie el cristal. En la espera busca un bote de crema y la reparte
por sus piernas, sus brazos y su abdomen.
Al aclararse la imagen Elena se ve a sí
misma. No le gusta mirarse en el espejo. No porque se vea fea. Se ve
extraña. No se reconoce. Sabe que es porque está al revés. Que sus
lados no coinciden con la realidad. Rápidamente se seca y se pone el
pijama.
Se queda en casa todo lo que queda de
noche. Antes de la ducha ha dejado preparada la cena y luego sólo
tendrá que calentarla. Luego busca algo para ver en la televisión,
pero nada le gusta, cambia de canal hasta buscar uno que al menos no
la moleste.
En la televisión encuentra al fin una
serie en la que unas doctoras mantienen relaciones, sobre todo
sexuales, con los doctores que las rodean. Piensa Elena en que ella
podría ser una de ellas si no hubiera dejado la carrera de medicina.
Los chicos eran guapos. Pero la sangre le daba miedo.
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