Sonia ha llamado a Miguel. Le gusta el
juego de la seducción. Y le gusta Miguel, aunque no lo va a
reconocer. De momento sólo se dice que quiere seducirlo, que quiere
jugar con él. La emoción del juego de la seducción es evidente. Se
siente enérgica. Se siente fuerte. Siente que se cuerpo percibe por
completo la realidad, que siente el viento que sopla y la humedad y
el calor. Su cuerpo es un foco ahora.
Se acostaron hace tres noches y desde
entonces ella sonríe en el espejo y le manda mensajes incitantes,
pero comedidos. Él los contesta en el mismo tono. Le desconcierta un
poco Miguel. A veces es todo pasión, es energía y potencia. Otras
veces es desidia y se esconde de todo. Sabe muy poco de él. Está
siempre escondido, siempre protegido. Sonia ha inventado un pasado
para él.
Una mujer destrozó a Miguel. Se acostó
con otro cuando ya estaba comprometida con él. Entonces Miguel tuvo
que cambiar de ciudad, de amigos, de trabajo, de vida. Eso explicaba
porque nadie sabía nada de él. Porque llegó hace un par de años
de la nada y nadie sabe por qué, siendo ya un hombre adulto que
debería tener una estabilidad. Tiene fama de serio y de duro. Pero
nada parece claro con él.
Sonia le manda un mensaje. Le propone
una cita. Él la ha rechazado. Va a salir a correr.
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