Ahora Miguel vive en una lucha
continua. Una lucha contra sí. Una lucha contra el deseo. Miguel
conoce bien el deseo. Sabe que muerde y que puede con todo. Que
arrastra su parte racional, que le obliga a hacer lo que quiere.
Miguel había salido del deseo ya. Pensaba que lo había olvidado.
Pero el deseo vuelve cada vez que
recibe un mensaje de Sonia. Entonces Miguel tiene que concentrarse.
Respirar. Respirar. Sabe lo que tiene que hacer. Pero sabe que es
difícil hacerlo. Muy difícil. Es una lucha que sabe perdida. Pero
tiene que lucharla.
Sonia escribe bien los mensajes. Dice
lo que debe. Miguel sabe que lo está manipulando. Pero no quiere ser
el hombre que puede ser. Quiere ser el otro. El hombre imposible. El
que aguanta y mira y respira. Y Miguel respira esperando que todo
pase pronto.
Pero llegan más mensajes antes de que
apague el teléfono y pueden con Miguel y le ganan, una vez más.
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