Unas cuantas mujeres que se dedican a
practicar sexo por dinero, han tenido una buena idea para, juntando
su dinero y siendo solidarias, tener unos ingresos fijos. Ser
prostituta callejera no debe ser el mejor de los trabajos. No poder
elegir tiene que ser duro. Pero otros prostituyen su cerebro u otras
partes de su cuerpo a cambio de ese mismo dinero que las prostitutas
se ganan con su sexo.
En televisión hemos visto últimamente
noticias negativas sobre el tema de la prostitución. Que se ha
convertido en un objeto para turistas. Que conlleva trata de blancas.
Pero no siempre es así. Es un tema espinoso, pero que siempre acaba
tratado por moralistas, de un lado o de otro, de la derecha o la
izquierda, que ven en el hecho de que exista la prostitución algo
punible. Criminalizar el hecho en sí, hacer que los usuarios o las
prostitutas sean vistos como delincuentes conllevaría un mercado
negro aún más peligroso. Tal vez la solución sería la
legalización, con contratos e impuestos, pero puritanismos varios y
moralistas absurdos se niegan a ello.
Recomiendo el libro de Chester Brown
Pagando por ello. En él, desde tal vez un punto de vista
demasiado deshumanizado, se habla de la prostitución desde el punto
de vista de un usuario.
Mientras tanto, y como las cosas
suceden a pesar de todo, a pesar de las leyes y de la moral, estas
mujeres han ideado un sistema que les asegura unos recursos fiables.
Mucho más de lo que tienen otros. Viven una vida normal, aunque su
trabajo no lo sea. Su trabajo es sólo eso, un trabajo. O así
debería ser. Tal vez en el resto de gremios podría cundir el
ejemplo, pero no es la solidaridad el punto fuerte de estos tiempos.
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