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miércoles, octubre 19, 2011

19 DE OCTUBRE

Se desconcierta la ciudad en el otoño suspendido. Los árboles pierden sólo una parte de sus hojas. Su agonía es lenta y estúpida. El calor y el frío se repiten día y noche, se reparten los tiempos. Las gentes se visten ridículas sin saber a qué atenerse. Si es el calor de sus cuerpos o el de la calle el que los llama.
Los teléfonos no dejan de sonar. Se buscan unos a otros en las noches frías. Se miran unos a otros en los días cálidos. Se añoran en las noches frías. Los teléfonos no dejan de sonar, pero todo el mundo está callado. Hablan pero no dicen nada. No saben nada. No quieren descubrirse.
Hablaba contigo y no importaba. Te contaba mi vida tal como era. Sórdida y triste. Y tú sonreías. Mi vida me perseguía y yo te la entregaba en palabras. Tú la cogías y la acunabas. Esa es la verdad. Tú podías escucharme. Tú querías escucharme. Yo te oía a ti. Era perfecta la comunicación. Era única la comunicación. Ahora la ciudad me atrapa y digo cosas sin sentido y sin querer. Nadie me escucha. No escucho a nadie. Sólo miro. Sólo soy unos ojos que observan y juzgan y castigan. Sólo soy un hombre sórdido y solitario que no puede decir qué está sintiendo, qué está viendo.
Se desconcierta la ciudad en el otoño suspendido. Antes eras tú quién suspendía el otoño en mi casa, en mi cama. Ahora siempre es invierno a mi lado.





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