Se suspende el otoño en la ciudad
festiva. El sol quema de nuevo los ojos y las pieles y de estas emana
nuevamente un olor incitante, un olor a piel desnuda que invita a
morder. Tu piel es suave en los brazos. Recuerdo que siempre quería
tocarla, chuparla, morderla. Pero nunca me atreví.
El otoño nunca empezó, pero la ciudad
estornuda al unísono en un constipado sin final. Los gérmenes se
expanden sin la lluvia que lo tiene que limpiar todo. Los dolores
suceden. El sueño no es continuo. Anoche soñé contigo. Quería
desnudarte. Tenías el pelo rojo. Era un sueño absurdo. Pero te
quería mucho en él.
La ciudad se esconde en este otoño
suspendido. Tu mirada inocente entre la gente. La única inocente.
Dejé de sonreír hace mucho. Dejé de ser inocente hace mucho. Soy
culpable. Y salvaje. Anoche castigué a los malvados. A los que no
tienen escrúpulos ni amor. A los que no aman a las mujeres pero
muerden su carne. Tu mirada inocente entre la gente resalta la
culpabilidad de todos los demás.
Se suspende el otoño en la ciudad
festiva. Mi mirada es culpable porque yo soy culpable. Sólo tú me
hacías feliz. Sólo tú me hacías inocente. Pero has desaparecido.
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