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miércoles, enero 26, 2011

26 DE ENERO

Se oyen voces en la ciudad aterida. Las gentes se gritan entre sí y piensan que es por las razones que ven, piensan que es por el aparcamiento o porque no quieren ir a comer a casa de los suegros, pero se gritan por ansiedad, por miedo, por ausencia de control. No saben qué les sucede, no saben poner palabras a su vida.

Necesitados de palabras y explicaciones gritan todo el tiempo por todo, sin motivo, sin control, siempre gritos y más gritos. Se oyen a través de las paredes y no te dejan dormir por las noches. En la cama se siente el miedo contagioso de todos los demás, de los que te miran y te gritan, de los que quieren ser más y no pueden.

Ausentes de amor y de desahogo, ausentes de amor y de sexo real se venden baratos a sus instintos en una continua sucesión que sólo traerá más miedo, más gritos, más ansiedad. Gritan a todo el que se cruza en su camino, o sonríen y luego en casa gritan a la tele, a su mujer, a su madre, sin identificar a quién ni por qué.

Se oyen voces en la ciudad aterida. Las manos se me congelan al escribir. Te echo tanto de menos que estoy empezando a olvidarte.



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