El mentiroso sigue con su tratamiento. Pero como no se sabe si lo que dice es cierto o no, no sabe la terapeuta si lo está haciendo bien. El tratamiento consiste en ponerse un tope de mentiras al día. Para los lunes, por ejemplo, puede decir diez mentiras. Y ay de él si se le acaban pronto, porque luego sólo puede decir la verdad.
El gran problema es que como nadie le cree ya, cuando dice la verdad la gente duda de él o no le cree, así que en el fondo el disfruta igual, pero con la verdad. Y a eso se está agarrando la terapeuta, a que la verdad le produzca placer, porque si es así, empezará a decir la verdad como el que se bebe cubatas, sin ningún control.
Ella, sin embargo, sigue muy desconcertada, pues no sabe si lo que le dice aquel hombre es cierto o no. a lo mejor miente el lunes más de diez veces. Y el martes. Y el jueves. En realidad puede estar inventándoselo todo, lo que sería muy divertido y tendría mucho mérito. Aunque yo la verdad es que lo veo poco probable, porque a mí siempre me pilla cuando miento.
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