Se hace la paz en la ciudad. El sol hace que se olviden la lluvia, el viento, el frío, parece que todo aquello no pasó nunca. El sol borra la memoria de la ciudad y de sus gentes. Por momentos todo parece bueno y necesario, toda la ciudad parece limpia y serena.
Las niñas de diecisiete años se enamoran y sus suspiros son lo único puro que queda en la ciudad. Son lo único limpio y respirable. Pero hay otras niñas, más jóvenes, más mayores, que exhalan otros suspiros. Que suspiran carne en sus ojos cerrados. Que suspiran por los cuerpos y su suavidad. Las niñas de diecisiete años se contradicen a sí mismas y sus propios suspiros están tan mezclados que no se distinguen.
Los hombres escuchan esos suspiros. Son cazadores sin escrúpulos y sin alma. Son cuerpos que buscan. Que encuentran. Todo se pierde en un mar podrido de sexo y falso amor, de besos perdidos, de suspiros corrompidos. Dan ganas de hacer reventar la ciudad. Pero sólo esos suspiros, esos tiernos y puros suspiros hacen remitir las ganas. La venganza será otro día.
Se hace la paz en la ciudad. La cabeza quiere explotarme. Sólo pienso en ti.
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