El sonido de los tacones de ella le ha despertado esta noche. Soñaba que ella caminaba a su lado durante mucho rato y que iban a un bar de copas y bailaban al ritmo de los tacones. Pero él sabía que soñaba. Era más un duermevela que un sueño profundo. Y supo desde el principio que soñaba, que nada era real, que el nombre de ella él lo había inventado, que el roce con el dedo en su cara era fingido. Y no ha querido ir más allá. No ha querido ser infiel. Ni en sueños.
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