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miércoles, diciembre 22, 2010

22 DE DICIEMBRE

Llueve intermitentemente en la ciudad alterada. Las luces parpadean continuamente procurando un espectáculo de belleza en el que nadie repara. Las luces aburren al tercer minuto de mirarlas. Tras dos parpadeos. Quieren recordar a la gente la necesidad de ser alegres, de estar alegres.

Pero la gente no quiere estar alegre. Quiere no sentir más que placer, más que esas sensaciones adquiridas por el sexo o las drogas, por el dinero malgastado. No quiere elevar su mirada de las bolsas repletas de cosas inútiles que acabarán donde empezaron, en la nada. Una gran bolsa de nada.

La gente circula con la vista fija en el suelo, apoyados en los paraguas cuando están cerrados y sólo suben la mirada para comprobar si han comprado lo necesario, si han comprado lo que piden los carteles luminosos.

Llueve intermitentemente en la ciudad que se altera con la música ridícula y los sombreros estúpidos. La gente imposta una alegría falsa y se besa más para aprovechar el momento, para fantasear con sexo y suciedad que por el significado mismo de las cosas.

Llueve en la ciudad alterada, parpadean las luces. Pienso en el regalo que no llegué a hacerte.



1 comentario:

BECLER dijo...

Aquí está el paisaje social de las ciudades. Llenas de tristes realidades. Me gusta como has desnudado a la sociedad.