La terapeuta se asustó mucho cunado un señor con placa de policía entró en su consulta. Pero no, no venían a por ella, sólo quería consulta. La terapeuta pensó en un caso de stress post traumático. O en algún tipo de fobia social. O mejor aún un infiltrado que se había enganchado al consumo de sustancias estupefacientes al hacer muy bien su papel.
Pero no, no era nada de eso. Aquel policía era un pobre hombre. Estaba deprimido. Y no porque hubiera matado a un hombre y se sintiera culpable. Estaba deprimido porque todo el mundo se reía de él. Era el encargado de poner nombres a las operaciones policiales.
A él se le ocurría eso de Operación Puerto, Operación Galgo, Operación Malaya, y esas cosas. Es decir, que era el pensador, el guionista de la policía. Era el hombre más importante, porque claro, sin nombre las operaciones no eran nada. Y todo el día se pasaba en un despacho con bonitos colores donde le hacían pensar títulos.
El problema estaba en su último título, Operación Puzzle, en el caso de un hombre descuartizado. Sus compañeros reían continuamente del nombre. Incluso en la prensa hicieron bromas. De hecho, al ir a atrapar a los culpables, estos se escaparon porque el equipo de los GEO se empezó a partir de la risa por el título.
Total, que el hombre estaba fatal, y la terapeuta se partía, este es un cachondo, pensaba, a ver cómo le curo, pensaba.
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